La historia de San Valentín comenzó en Roma, en el siglo III, en plena expansión de la religión cristiana.
Gobernaba el emperador Claudio II que, en su breve mandato de apenas dos años, prohibió la celebración de matrimonios a los jóvenes. Estaba convencido de que los solteros, al tener menos ataduras, eran mejores soldados y podían luchar contra todas las invasiones que acechaban al Imperio.
Valentín, un sacerdote, consideró muy injusta la decisión del emperador y en secreto, celebraba matrimonios para jóvenes enamorados.
Con esto conseguía que muchos se convirtieran al cristianismo. Al ser descubierto fue detenido y también él encarcelado.
La historia cuenta que el oficial Asterius (encargado de detener y custodiar a Valentín) lo retó a que devolviese la vista a una hija suya, llamada Julia, que nació ciega, intentando ridiculizarlo. Valentín aceptó y en nombre de Dios, le devolvió la vista.
Este milagro sorprendió a Asterius y sus creencias. Tanto fue así, que él y su familia que se convirtieron al cristianismo.
A pesar del suceso, Valentín siguió preso y comenzó a dar clases a la hija del carcelero. Al parecer, la historia ya novelada cuenta que Valentín se enamoró de la chica, pero la condena siguió hasta el juicio, en el que el sacerdote fue condenado a muerte, lapidado y decapitado un 14 de febrero del año 269.
¿Qué pasó con la celebración?
Después de que el papa Gelasio I estableciera el 14 de febrero de 494 el primer día oficial de San Valentín, la festividad fue incluida en el calendario litúrgico tradicional. Fue celebrada por la Iglesia católica en los siguientes 15 siglos.
En 1969, bajo el pontificado de Pablo IV y después del Concilio Vaticano II, fue eliminado del calendario.
Tras esta decisión, pasó a ser una fecha con santo pero sin celebración. Pero ya fue tarde, ya que esta celebración ya estaba arraigada en la sociedad.
Hoy en día es una festividad, donde se celebra el amor y la amistad.
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